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Archive for diciembre 2012

El tío Juvenal llega en su Renault 9 modelo 86, rines de lujo, volante incompleto en su circunferencia como los de la Formula Uno pero sin botones, silla del conductor cubierta por una red de botones de madera. Baja y saluda a la pequeña multitud que se ha aglomerado dubitativa en el antejardín de La Abuela: ¡Buenas familia! Y la familia se sacude de una diplomacia que ya parecía insoportable con una contestación masiva de ¡Llegó Juve! Ahora el saludo se personaliza, siempre con un comentario hilarante a la actividad reciente de cada miembro de la familia: ¿que conseguiste novia? Y yo pensaba que habías salido gay, le dice al muchacho que se estrena en los fangosos terrenos del amor; ¿que tu mujer quedó en embarazó? Felicitaciones… ¡jum!, pero la barriga la estas echando vos, ¿no?; y hasta lleva preparado algún chiste gráfico, de algún bolsillo de su chaqueta de cuero saca un tubo de Caladryl y se la entrega a el sobrino que no salió elegido al concejo. No es casualidad que la masa familiar entre después de él, lo esperaban, nadie quería ser el primero en llegar, pero Juvenal entra con determinación, busca a la mamá y le dice: ¡Abuela, se armó la rumba! En esta familia la abuela ya es La Abuela para los nietos, hijos, sobrinos, bisnietos y allegados. La Abuela lo saluda al borde de la lágrima, y cuando se espera la palabra maternal emotiva, sale diciendo: ¡Juvenal, hoy no te vas a emborrachar! Él, sabio barrial, inculpa a otro: jum, si es ese Adolfo, mamá, que lo corrompe a uno, señalando al hermano abstemio que, desde el otro de la sala sonríe porque no le queda otro remedio mientras piensa, chiste de todos los años. ¡Fresca que yo hoy me porto bien! Dice sabiendo que su intento tranquilizador no es creído por nadie, empezando por él. ¡Jum, por aquí huele bueno! Dice juntando su bigote contra la nariz y hace su primera incursión de la noche en la cocina, y sale con algún bocadillo que no se ha terminado de preparar. En el equipo Sony de 5 bandejas suena a un volumen apenas perceptible una emisora que en diciembre traiciona su estilo y ha programado viejoteca, es más fuerte la voz de Jorge Barón que desde un televisor anuncia, con el patrocinio de colchones Comodisimos, que falta dos horas y 32 minutos para despedir al año. Juvenal, se percata de inmediato de la situación y ordena a el menor de sus cinco hijos: vaya, mijo tráigase los cidis del carro. Miguel, coge las llaves pensando en cuándo será el día que su papá le entregue las llaves para algo que no sea con fines corresponsales o de tareas de calentamiento. ¡Eso mijo, póngase ese de pa bailar en diciembre!, y suena, enamorado, Alejandro Sanz. ¡Estos maricas con esa música de maricas… ¡cuántas veces les he dicho que no metan sus cidis en las cajas de los míos! Y Ricardo, contesta a la amonestación publica con un pedido: pues ya le he dicho, papá, cómprele el equipo USB pa no joder con esos vejesterios. ¡Guevones! Dice Juvenal para calmar el murmullo.

Cuando por fin suenan los acordes de Lizandro Meza, Juvenal lanza su grito de guerra: ¡Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiji! Toma asiento e invita a los demás a sentarse. La familia obedece. ¡Y hoy que no me esperen en la casa! Y la mujer se tapa la cara por primera vez en la noche, lo hace con la mano diestra porque con la otra le asesta un pellizco que trata sea secreto, pero Juvenal pone el maltrato en evidencia cuando salta de la silla rimax alquilada diciendo, yay, jueputa. Nadie se escandaliza, primero porque es una agresión menor, y segundo porque se sabe que el insulto no es para Nora, sino que Juvenal suele terminar sus frases así, es casi una muletilla. Lejos de contestarle con otra pequeña agresión conyugal, Juvenal se voltea y besa a su mujer como cuando la enamoró en El Tambo, su pueblo natal. Nora después del inesperado acto de amor público, rasca sus labios y sonríe enamorada, y las sardinas (como les dice Juvenal a las adolescentes) que nunca han besado a alguien con bigote, piensan ¡gas!

 Se empiezan a formar los primeros grupos de conversación, y Juvenal, sabio en su divina procedencia fiestera, identifica como un elemento nocivo la polarización naciente y se lanza por lo que nadie que se ha atrevido, la garrafa de aguardiente que posa, altiva, en el centro exacto del comedor, patrocinio tradicional de cada año de La Abuela. ¡A lo que vinimos! Y él mismo sirve la primera ronda, pero no usa todas las copas que están dispuestas, usa sólo una y pasa sirviendo de puesto en puesto. Miguel descansa un poco, porque al ver a su padre con la garrafa ha temido que le ordene servir el primer trago. Miguel no heredó el carisma de su padre, porque para inaugurar labores etílicas hay que tener carisma, de lo contrarió, nadie recibirá. Juvenal aprueba al que lo recibe con apretón de manos que no distingue genero en cuánto a la fuerza usada, y al que no, reprueba parándose al frente, negando con la cabeza y arrugando la frente; en caso de ser dama, se deshace de la botella por un momento y usa su mano derecha como bandeja, posa con un gesto cortesano: mano atrás, pie cruzado, rodilla ligeramente flexionada. Con la presión popular nadie puede, y cuando llega a el punto de partida, todos, menos lo niños, han tomado. 

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